La tecnología, ¿acerca o separa la gente?

Lissette Rojas / Clave Digital / domingo, 26 de julio de 2009

En 1996, en el país había un teléfono celular por cada 100 habitantes. Y trece años después, en los primeros tres meses de 2009, la cantidad es de 80.1 celulares por cada 100, según cifras que ofrece el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (INDOTEL).

Mientras esto sucedía con la telefonía móvil, el uso de Internet también experimentaba un importante incremento.

Entre 2003 y el primer trimestre de 2009 los usuarios de Internet se han triplicado. De hablar de 730 mil 762, en 2003 se ha pasado a contar dos millones 439 mil 997 a principios de este año.
Las cifras podrían hablar por sí mismas: Un país cada vez mejor comunicado. Cada vez mejor conectado con el resto del mundo.

Sin embargo, en uno de los extremos del avance tecnológico se encuentra la dependencia de la tecnología, un mal que empieza a preocupar a los estudiosos de la sociedad y su psiquis.
La antropóloga Amanda Castillo propone un uso moderado y concienzudo de la tecnología.

“La cosa tecnológica llega y uno empieza a digerirla, sin medir hasta qué punto uno es prisionero. Yo siento que el ser humano de este tiempo, antes de que toda esta cosa nos arropara, venía siendo manejado por unos espacios de manipulación muy grandes. La falta de conciencia de lo que nosotros somos como seres humanos se le suma a todo el apabullamiento tecnológico”.

Todo lo contrario, Castillo valora el uso de los aparatos y recursos que la tecnología pone al alcance del ser humano, siempre que ese uso no se convierta en un obstáculo para las relaciones inter-personales y el contacto directo que ellas implican.

“No es lo mismo que usted y yo conversemos frente a frente, analizando los gestos del rostro, sus ademanes, su tranquilidad, lo que me indica a mí algo de usted. El contacto directo nos da unas señales de lo que el otro trae”.

Por su forma de relacionarse con el prójimo, las generaciones futuras serán más infelices, dice.

“Hay cantidad de gente que incluso se está vinculando a través de esta cosa -la computadora- sin ver al otro ni siquiera en una cena, sin sentir los olores de la noche tropical de nuestros países”, exclama.

Le asombra que una persona se le acerque y le diga que está a punto de casarse con un australiano que conoció en una red.

“Ya se está dando una patología de gente que se instala en la computadora con el internet y no se para ni a comer. Los vínculos relacionales de la gente se establecen a través del Facebook y de todas esas cosas raras que tienen estos niños programadas en ese espacio”.

El psiquiatra José Miguel Gómez lo confirma: “Ya hemos tenido parejas en República Dominicana divorciándose porque uno tiene otra persona en Argentina o en Uruguay, con la que se escriben cartas o se envían fotos. Hacen un compromiso de tipo emocional. Hay gente que ha terminado un matrimonio para empezar otro a través de la red. Pero también están las personas que buscan sexo virtual”.

“Yo me conecto cuando llego de la universidad, como a eso de las nueve de la noche y termino cuando me vence el sueño a las doce o a la una”, dice Jennifer Cabrera, estudiante universitaria.

Y agrega: “No. No siento que por eso yo sea una dependiente o adicta a internet. Por ahí investigo mis tareas pero también hablo con mi mamá, que está en España y con mis viejos amigos, con los que se criaron conmigo en La Vega y que ahora están en distintas ciudades de Estados Unidos”.

Otros, sin embargo, quisieran acceder pero encuentran un freno en sus medios económicos. Los que se inscriben en el 75% de la población que no tiene acceso a internet o el 10% que no cuenta con un teléfono.

“No tengo computadora. Yo tengo inquietud por aprender, pero no hay en la casa por ahora. Sé que eso es bueno pero no la he podido comprar. Sí, tengo celulares para una emergencia”, dice Benjamín Peña.

Mientras, Aurelio Méndez, explica: “No, no tengo, pero me gustaría aprender a usarla. Los hijos mios la usan en la escuela y en el centro de internet, yo no. Yo quisiera comprarles una. Voy a ver qué hago”

Los apáticos o los que tienen miedo de la tecnología son menos que los que la prefieren.

“No tengo computadora ni celular. Yo lo que trabajo es electricidad y cosas. La computadora es una obra bien, pero yo soy electricista, solo brego con corriente”, dice Martín Acosta.

Para Norma González, los hábitos de su hijo adolescente ponen una distancia entre ambos.

“Antes él hablaba conmigo todas las noches después de la cena. Ahora se encierra en sí mismo y uno no sabe en qué está pensando, porque cuando no está sordo por el Ipod está chateando con una amigo o una amiga”.

González cree que la tecnología separa a las familias.

“Hace unas semanas nos dijo que le regaláramos un Iphone porque pasó de curso con una nota excelente. Yo le dije que íbamos a pensarlo, pero luego le dije a mi esposo, que no se atreva. Si le damos un Iphone lo perdemos”.

Mientras, Amanda Castillo concluye: “Usted no puede ser prisionero de nada, y mucho menos de una maquinita. Yo creo que no se han dimensionado las implicaciones que tienen las nuevas tecnologías en la vida de la gente. En otras sociedades la familia se ha dado cuenta de cómo eso está perturbando la vida de la gente”.


ENTREVISTA A JOSÉ MIGUEL GÓMEZ, PSIQUIATRA

"La adicción a la tecnología es más peligrosa que la fobia”


1. ¿Ha tratado casos de fobia a la tecnología?
Más que casos de fobia, lo que está preocupando a los psiquiatras y a los psicólogos es una de las nuevas dependencias del internet. Yo he visto numerosas parejas con problemas a causa de estas nuevas modalidades que nunca se habían visto. La fobia a la tecnología es más por el temor y el miedo a no manejarla. La adicción a la tecnología es más peligrosa que la fobia.

2. ¿Cómo son estas nuevas modalidades?
Ahora estamos viendo -no solamente en adolescentes; estamos hablando de una consulta a adultos de 30, 40 y 45 años- con adicción al internet, en que la pareja se queja de que no hay toques, no hay caricias, no hay abrazos ni relaciones sexuales. Sin embargo, la pareja se la pasa desde las 10 de la mañana hasta la madrugada metido en internet, no sólo buscando información ni trabajando, sino teniendo contacto con otras parejas.

3. ¿Cuáles son las características de estas personas?
Son los mismos criterios que tiene para cualquier tipo de droga. Una ansiedad extrema por estar frente al computador, la incapacidad de dejarla una vez empieza; abandona cualquier tipo de reunión o actividad social en las noches o pone excusas para no ir, porque quiere quedarse en internet. Si va a otra casa, anda pidiendo permiso para que le presten la computadora… Aislarse de la gente; si se va a un resort, lo primero que busca es dónde está el internet y estar allí. Usan las misma racionalizaciones que otros adictos.

4. ¿Cuáles son los síntomas?
Comienza con ansiedad, angustia, sudoración, palpitaciones, intraquilidad, temblores, nerviosismo, se come las uña, irritabilidad, malhumor si no puede estar frente a la computadora. Eso incide mucho y uno sabe que esos son los mismos comportamientos y la misma adicción que tienen otros pacientes.

5. ¿Cuándo empezaron a verse casos de ese tipo en el país?
Eso empezó a finales de los 90. Lógicamente, en los últimos congresos de psiquiatría ya sí se ha tocado el tema, y hay criterios ya para hablar sobre la adicción a la Internet, la dependencia, y de personas que tienen esto de infidelidad virtual, y dependencia a las tecnologías.
Si bien es cierto que hay personas adheridas de forma enfermiza a internet, los teléfonos móviles, las agendas electrónicas y los aparatos de audio, también hay quienes hacen un uso moderado.

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