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Las Horas
3 participantes
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Las Horas
Este es un pequeño fragmento de Las Horas de Michael Cunningham, especialmente bueno porque resume el tema central de la novela (y también de la gran película que se hizo a partir de ella).
Clarissa reflexiona sobre el suicidio de Richard, su mejor amigo y primer amor, y la muerte inexorable del tiempo.
En este momento es como si Richard empezase realmente a abandonar el mundo. Para Clarissa es una sensación casi física. Un desapego suave pero irreversible, como una brizna de hierba que se desprende del suelo. Pronto Clarissa estará dormida. Pronto dormirán todos los que conocieron a Richard, y mañana por la mañana descubrirán al despertar que se ha incorporado al reino de los muertos. Se pregunta si mañana señalará no sólo el fin de la vida terrenal de Richard, sino también el principio del fin de su poesía. Hay, al fin y al cabo tal cantidad de libros. Algunos de ellos, un puñado son buenos, y de ese puñado solo unos cuantos perviven. Es posible que los ciudadanos del futuro, personas que aún no han nacido, quieran leer las elegías de Richard, las hermosas cadencias de sus lamentaciones, sus ofrendas de amor y de cólera rigurosamente exentas de sentimentalismo, pero es mucho más probable que sus libros se desvanezcan junto con todo lo demás.
Clarissa, la heroína de novela, desaparecerá, al igual que Laura Brown, la madre perdida, la mártir y desalmada. Sí, piensa Clarissa, ya es hora de que termine el día. Organizamos fiestas; abandonamos a nuestras familias para vivir solos en Canadá; con gran trabajo escribimos libros que no cambian el mundo, a pesar de nuestras dotes, sin escatimar esfuerzos, y a pesar de nuestras esperanzas más descabelladas. Vivimos nuestra vida, hacemos lo que hacemos y luego dormimos: es tan sencillo y vulgar como esto. Unos pocos se tiran por la ventana o mueren ahogados o toman pastillas; más personas mueren a causa de accidentes; y la mayoría de nosotros, la gran mayoría, somos devorados lentamente por alguna enfermedad o, si tenemos mucha suerte, por el tiempo mismo. El único consuelo que tenemos es esta hora o aquella en que nuestra vida, contra toda probabilidad y contra toda expectativa, se abre de pronto y nos da todo lo que hemos imaginado, aunque todos, menos los niños (y quizás ellos también), sabemos que a esas horas, inevitablemente, les seguirán otras, mucho más oscuras y más arduas. Apreciamos, no obstante, la ciudad, la mañana; por encima de todo, confiamos en que sigan existiendo.
Sólo el cielo sabe por qué las amamos tanto.
Clarissa reflexiona sobre el suicidio de Richard, su mejor amigo y primer amor, y la muerte inexorable del tiempo.
En este momento es como si Richard empezase realmente a abandonar el mundo. Para Clarissa es una sensación casi física. Un desapego suave pero irreversible, como una brizna de hierba que se desprende del suelo. Pronto Clarissa estará dormida. Pronto dormirán todos los que conocieron a Richard, y mañana por la mañana descubrirán al despertar que se ha incorporado al reino de los muertos. Se pregunta si mañana señalará no sólo el fin de la vida terrenal de Richard, sino también el principio del fin de su poesía. Hay, al fin y al cabo tal cantidad de libros. Algunos de ellos, un puñado son buenos, y de ese puñado solo unos cuantos perviven. Es posible que los ciudadanos del futuro, personas que aún no han nacido, quieran leer las elegías de Richard, las hermosas cadencias de sus lamentaciones, sus ofrendas de amor y de cólera rigurosamente exentas de sentimentalismo, pero es mucho más probable que sus libros se desvanezcan junto con todo lo demás.
Clarissa, la heroína de novela, desaparecerá, al igual que Laura Brown, la madre perdida, la mártir y desalmada. Sí, piensa Clarissa, ya es hora de que termine el día. Organizamos fiestas; abandonamos a nuestras familias para vivir solos en Canadá; con gran trabajo escribimos libros que no cambian el mundo, a pesar de nuestras dotes, sin escatimar esfuerzos, y a pesar de nuestras esperanzas más descabelladas. Vivimos nuestra vida, hacemos lo que hacemos y luego dormimos: es tan sencillo y vulgar como esto. Unos pocos se tiran por la ventana o mueren ahogados o toman pastillas; más personas mueren a causa de accidentes; y la mayoría de nosotros, la gran mayoría, somos devorados lentamente por alguna enfermedad o, si tenemos mucha suerte, por el tiempo mismo. El único consuelo que tenemos es esta hora o aquella en que nuestra vida, contra toda probabilidad y contra toda expectativa, se abre de pronto y nos da todo lo que hemos imaginado, aunque todos, menos los niños (y quizás ellos también), sabemos que a esas horas, inevitablemente, les seguirán otras, mucho más oscuras y más arduas. Apreciamos, no obstante, la ciudad, la mañana; por encima de todo, confiamos en que sigan existiendo.
Sólo el cielo sabe por qué las amamos tanto.
Marc- Miembro habitual
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Mensajes : 1009
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Tengo : Fobia social
Re: Las Horas
shvartzman escribió: El único consuelo que tenemos es esta hora o aquella en que nuestra vida, contra toda probabilidad y contra toda expectativa, se abre de pronto y nos da todo lo que hemos imaginado, aunque todos, menos los niños (y quizás ellos también), sabemos que a esas horas, inevitablemente, les seguirán otras, mucho más oscuras y más arduas.
si no fuera por esas horas la vida seria insoportablemente real....
gracias por el texto shvartzman, preciosa también la película.
tantarantana- Empezando a destacar
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Mensajes : 565
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Humor : que no falte
Re: Las Horas
Un poco pesimista pero bueno.
mexicalpando- Miembro inactivo
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Humor : Ya se lo saben.
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Re: Las Horas
mexicalpando escribió:Un poco pesimista pero bueno.
Gracias por comentar, Cervantes.
Marc- Miembro habitual
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Tengo : Fobia social
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