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Un mal día
2 participantes
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Un mal día
Tengo un mal día, con expectativas que no son malas del todo pero que me tienen sumido en un estado de ansiedad que me dificulta concentrarme. Mi mente da vueltas y vueltas intentando resolver lo que me preocupa pero no puede, e insiste una y otra vez, buscando una solución, una que no necesite de tiempo, que sea fácil, inmediata que termine con este padecer constante.
Pero esa solución no existe. La vida tiene sus propios ritmos, y una vez las opciones principales, si es que las hay, están encima de la mesa, darle más vueltas no hace emerger mágicamente nuevas soluciones, y si no las hay es hora de pedir ayuda, por mucho orgullo que se tenga.
Así funcionan las cosas, me guste o no, pero hay que hacer algo para sobrellevar este estado de ánimo.
Ayudar a alguien es una buena opción, concentrarte en solucionar el problema de otro puede calmar la ansiedad tanto como solucionar el propio, y mantiene la mente ocupada.
Distraerse, esa palabra con tantas connotaciones negativas para una persona activa, también puede convertirse en algo realmente útil en un momento así, porque es el reloj el que está haciendo el trabajo, acercando esa solución que solo puede tener lugar en el futuro un segundo más, y otro y otro, incansable, tozudamente.
Escribir, compartir ese estado de ánimo, también puede hacerte ver que no estás solo en tu sufrimiento, que hay otros como tú, que la apariencia de felicidad es eso, apariencia, que todos arrastramos nuestras debilidades, nuestros problemas, nuestro dolor, y que sin ese sufrimiento nunca nos podríamos convertir en personas de verdad, conscientes de nosotros mismos y de los otros.
Y tampoco sabríamos distinguir las voces de las personas que ayudan a que el mundo sea un lugar mejor de las que solo han venido aquí a aprovecharse de los demás, a los que dan de los que quitan. No entenderíamos lo importante que es que nos alimenten en lugar de envenenarnos, no sabríamos distinguir el bien del mal.
Porque ése es el sentido del sufrimiento, enseñarnos que no da igual una cosa que la otra, que la actitud que adoptemos ante la vida importa, que podemos ser agentes del cambio o víctimas, testigos mudos o rebeldes, servir a causas más allá de nosotros mismos o vivir mirándonos el ombligo, porque una vez sufres, caes en la cuenta de que los demás también.
Y así pasaré estos días, aguantando, resistiendo, diciéndome a mí mismo que ésto tiene un sentido, que me hará mejor de lo que soy, que si lo supero podré enseñar a otros a superarlo y que si me aplasta, por lo menos podré decir que no me he rendido.
Pero esa solución no existe. La vida tiene sus propios ritmos, y una vez las opciones principales, si es que las hay, están encima de la mesa, darle más vueltas no hace emerger mágicamente nuevas soluciones, y si no las hay es hora de pedir ayuda, por mucho orgullo que se tenga.
Así funcionan las cosas, me guste o no, pero hay que hacer algo para sobrellevar este estado de ánimo.
Ayudar a alguien es una buena opción, concentrarte en solucionar el problema de otro puede calmar la ansiedad tanto como solucionar el propio, y mantiene la mente ocupada.
Distraerse, esa palabra con tantas connotaciones negativas para una persona activa, también puede convertirse en algo realmente útil en un momento así, porque es el reloj el que está haciendo el trabajo, acercando esa solución que solo puede tener lugar en el futuro un segundo más, y otro y otro, incansable, tozudamente.
Escribir, compartir ese estado de ánimo, también puede hacerte ver que no estás solo en tu sufrimiento, que hay otros como tú, que la apariencia de felicidad es eso, apariencia, que todos arrastramos nuestras debilidades, nuestros problemas, nuestro dolor, y que sin ese sufrimiento nunca nos podríamos convertir en personas de verdad, conscientes de nosotros mismos y de los otros.
Y tampoco sabríamos distinguir las voces de las personas que ayudan a que el mundo sea un lugar mejor de las que solo han venido aquí a aprovecharse de los demás, a los que dan de los que quitan. No entenderíamos lo importante que es que nos alimenten en lugar de envenenarnos, no sabríamos distinguir el bien del mal.
Porque ése es el sentido del sufrimiento, enseñarnos que no da igual una cosa que la otra, que la actitud que adoptemos ante la vida importa, que podemos ser agentes del cambio o víctimas, testigos mudos o rebeldes, servir a causas más allá de nosotros mismos o vivir mirándonos el ombligo, porque una vez sufres, caes en la cuenta de que los demás también.
Y así pasaré estos días, aguantando, resistiendo, diciéndome a mí mismo que ésto tiene un sentido, que me hará mejor de lo que soy, que si lo supero podré enseñar a otros a superarlo y que si me aplasta, por lo menos podré decir que no me he rendido.
planeta- Empezando a destacar
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Mensajes : 558
Edad : 45
Tengo : No lo sé
Re: Un mal día
Esa es una actitud muy buena, no te rindas, nunca
Sandro- Me empieza a interesar
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Mensajes : 49
Edad : 46
Tengo : Depresión
Re: Un mal día
Gracias. Ojalá supiera mantenerla siempre, pero también caigo. Lo que sí es verdad es que cada vez tardo menos en recuperarme.
planeta- Empezando a destacar
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Mensajes : 558
Edad : 45
Tengo : No lo sé
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