Tu dosis

Llegas a ese punto en que necesitas que pase algo, porque llevas mucho tiempo sacrificándote y la vida no te da lo que estás esperando, y tú lo necesitas ya. Sientes una rabia dentro de ti, una disconformidad. Si tuvieras ocho años darías una pataleta y gritarías, pero no puedes. La inquietud sigue ahí y solo parece que haya una cosa capaz de calmarla, y te apetece perderte en ella, dejarte arrastrar otra vez a ese pozo, perderte en donde quiera que te sueles perder, olvidar quien eres, degradarte hasta verte exactamente como te sientes por dentro, una puta mierda.

Piensas que podrás resistirlo esta vez, pero tu mente conoce todos los trucos para engañarte, y sabe que si pasa el tiempo suficiente caerás, porque no eres tan fuerte. Lo aguantas un rato, buscando mentalmente una salida. Estás en la sala de espera de tu propia ejecución. Sabes que lo único que te podría salvar no va a llegar tampoco hoy, que la llamada no se va a producir, que nadie te puede salvar, que vas a tener que salir de esa cárcel por ti mismo. Y te llaman para que pases, y aquello que te hace daño está ahí, esperándote, para matarte una vez más y que despiertes de nuevo en tu celda, preguntándote qué es lo que hiciste mal ésta vez.