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"Doctor, mi perro se ha comido un tanga. ¿Me lo puede devolver?"
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27062009
"Doctor, mi perro se ha comido un tanga. ¿Me lo puede devolver?"
"Doctor, mi perro se ha comido un tanga. ¿Me lo puede devolver?"
27-06-2009 / ABC.es
(Cataluña) SOCIEDAD-SALUD,GENTE-CURIOSIDADES
Sergio Andreu Barcelona, 27 jun (EFE).- Los veterinarios atienden las necesidades de los animales de compañía, pero también las fobias y miedos de sus amos, según se explica en un libro sobre la labor de estos profesionales, que se enfrentan a tareas tan peregrinas como sacar de las tripas de un perro voraz calcetines o tangas.
Ricard Adán (Barcelona, 1967), un veterinario especialista en Etología -comportamiento animal-, acaba de recopilar en un volumen una serie de historias sobre situaciones curiosas -algunas vividas en carne propia y otras narradas por compañeros del ramo- sobre el quehacer cotidiano dentro de esta profesión.
"Anécdotas de veterinarios. El mejor amigo del hombre... o del animal" (Styria). Este es el título de este libro, en el que a veces da la sensación que se hable más sobre los dueños de los animales que de las mascotas en sí o de los propios veterinarios, explica a Efe el autor.
Adán, que regenta una clínica veterinaria en Barcelona, asegura que el trato con los propietarios es a veces lo más complicado, porque "a los veterinarios nos han enseñado a manejarnos con los animales llamados irracionales, no con los racionales". Por ello no bromea cuando afirma que en la facultad se debería explicar cómo atender a un "amo" sin alarmarlo, ni menospreciar su preocupación.
La alimentación, o más bien lo que los animales se llegan a meter en la boca, es otro de los temas centrales del libro. Desde la mujer que llega histérica a la consulta porque su marido le ha dado un terrón de azúcar a su perro y teme que éste se quede ciego (cuando sólo es perjudicial para canes con diabetes) hasta el que no se avergüenza de reconocer que su mascota casi sólo come gambas a la plancha.
Pero los verdaderos problemas los acarrean los perros que se comen cualquier cosa, sobre todo ropa, mucha ropa. "Una vez le saqué a un animal un tanga del intestino. Lo más curioso es que la dueña me lo reclamó. Lo tuve que lavar un poco y se lo di. No dije ni pregunté nada", explica Adán.
Los veterinarios tratan también a los animales por su intención descarada de ser ellos los que dominen a sus amos: como Carlo, un perro que mordía a sus dueños hasta que éstos no se iban a la cama a la hora que él quería o algo más habitual, se ponía agresivo cuando sus amos querían tener relaciones sexuales.
No obstante, algunos "amos" tienen verdadera dependencia de sus mascotas, como el que no permite que su perro toque nunca el suelo "porque está sucio y duro" o aquella que, por sentirla más suya, pinta las uñas de su perrita del mismo tono que la suyas.
Según Adán, hay gente que proyecta en el animal sus necesidades sociales y "que necesita una consulta que no es precisamente de veterinario". En un par de ocasiones, y sabiendo que iba a perder un cliente, ha sugerido al dueño, que acude por un simple estornudo de su mascota, que consultara a un psicólogo.
Un consejo quizás también destinado a la mujer que fue alarmadísima a la consulta porque su perra tenía "un cáncer en la patita", y el tumor resultó ser... un simple chiclé pegado.
"Buscan problemas que no existen, porque lo que quieren es que alguien esté por ellos", asegura este veterinario, que tiene una cliente, "la señora María", que el mismo día que murió su marido adoptó una perra, y que pasa todos los días por la consulta, para que le eche colirio al animal: ¡desde hace tres años!. "Todas las consultas tienen a su señora María", explica Adán, que afirma que no es raro encontrar propietarios que solicitan al veterinario que les ausculte a ellos como le ocurrió a un experto traumatólogo, al que la dueña de una perra a la que había extirpado un tumor le pidió, tras quitarse la blusa, que le palpara un bulto que le había salido en el pecho.
Desgraciadamente y a pesar de ciertos momentos cómicos, los veterinarios se enfrentan a casos tristes: dueños que no se dan cuenta de que su gato se ha metido en la lavadora o la secadora o aquel que dejó a su perro en casa el día en que el Barça celebraba uno de sus triunfos, y el animal, con fobia al ruido, se tiró por la ventana -que el amo despistado se había olvidado cerrar- y se rompió dos patas.
Uno de los apartados más curiosos es el dedicado a la muerte de los animales, en el que se explica cómo matrimonios separados, junto a sus nuevas parejas, se abrazan llorando para contemplar la eutanasia en la consulta del animal enfermo con el que una vez compartieron casa.
Escalofríos provocan también algunas historias del "sexto sentido" de los animales, como la de un amigo veterinario, cuyo gato era al parecer capaz de detectar la presencia del fantasma de la abuela que vagaba por la casa y que le erizaba el pelo del lomo, o de aquella otra gata que acaba de parir y que, al intuir que iba a morir esa misma noche, metió a sus dos crías en el interior de la casa de la familia que le daba de comer. EFE
Fuente
27-06-2009 / ABC.es
(Cataluña) SOCIEDAD-SALUD,GENTE-CURIOSIDADES
Sergio Andreu Barcelona, 27 jun (EFE).- Los veterinarios atienden las necesidades de los animales de compañía, pero también las fobias y miedos de sus amos, según se explica en un libro sobre la labor de estos profesionales, que se enfrentan a tareas tan peregrinas como sacar de las tripas de un perro voraz calcetines o tangas.
Ricard Adán (Barcelona, 1967), un veterinario especialista en Etología -comportamiento animal-, acaba de recopilar en un volumen una serie de historias sobre situaciones curiosas -algunas vividas en carne propia y otras narradas por compañeros del ramo- sobre el quehacer cotidiano dentro de esta profesión.
"Anécdotas de veterinarios. El mejor amigo del hombre... o del animal" (Styria). Este es el título de este libro, en el que a veces da la sensación que se hable más sobre los dueños de los animales que de las mascotas en sí o de los propios veterinarios, explica a Efe el autor.
Adán, que regenta una clínica veterinaria en Barcelona, asegura que el trato con los propietarios es a veces lo más complicado, porque "a los veterinarios nos han enseñado a manejarnos con los animales llamados irracionales, no con los racionales". Por ello no bromea cuando afirma que en la facultad se debería explicar cómo atender a un "amo" sin alarmarlo, ni menospreciar su preocupación.
La alimentación, o más bien lo que los animales se llegan a meter en la boca, es otro de los temas centrales del libro. Desde la mujer que llega histérica a la consulta porque su marido le ha dado un terrón de azúcar a su perro y teme que éste se quede ciego (cuando sólo es perjudicial para canes con diabetes) hasta el que no se avergüenza de reconocer que su mascota casi sólo come gambas a la plancha.
Pero los verdaderos problemas los acarrean los perros que se comen cualquier cosa, sobre todo ropa, mucha ropa. "Una vez le saqué a un animal un tanga del intestino. Lo más curioso es que la dueña me lo reclamó. Lo tuve que lavar un poco y se lo di. No dije ni pregunté nada", explica Adán.
Los veterinarios tratan también a los animales por su intención descarada de ser ellos los que dominen a sus amos: como Carlo, un perro que mordía a sus dueños hasta que éstos no se iban a la cama a la hora que él quería o algo más habitual, se ponía agresivo cuando sus amos querían tener relaciones sexuales.
No obstante, algunos "amos" tienen verdadera dependencia de sus mascotas, como el que no permite que su perro toque nunca el suelo "porque está sucio y duro" o aquella que, por sentirla más suya, pinta las uñas de su perrita del mismo tono que la suyas.
Según Adán, hay gente que proyecta en el animal sus necesidades sociales y "que necesita una consulta que no es precisamente de veterinario". En un par de ocasiones, y sabiendo que iba a perder un cliente, ha sugerido al dueño, que acude por un simple estornudo de su mascota, que consultara a un psicólogo.
Un consejo quizás también destinado a la mujer que fue alarmadísima a la consulta porque su perra tenía "un cáncer en la patita", y el tumor resultó ser... un simple chiclé pegado.
"Buscan problemas que no existen, porque lo que quieren es que alguien esté por ellos", asegura este veterinario, que tiene una cliente, "la señora María", que el mismo día que murió su marido adoptó una perra, y que pasa todos los días por la consulta, para que le eche colirio al animal: ¡desde hace tres años!. "Todas las consultas tienen a su señora María", explica Adán, que afirma que no es raro encontrar propietarios que solicitan al veterinario que les ausculte a ellos como le ocurrió a un experto traumatólogo, al que la dueña de una perra a la que había extirpado un tumor le pidió, tras quitarse la blusa, que le palpara un bulto que le había salido en el pecho.
Desgraciadamente y a pesar de ciertos momentos cómicos, los veterinarios se enfrentan a casos tristes: dueños que no se dan cuenta de que su gato se ha metido en la lavadora o la secadora o aquel que dejó a su perro en casa el día en que el Barça celebraba uno de sus triunfos, y el animal, con fobia al ruido, se tiró por la ventana -que el amo despistado se había olvidado cerrar- y se rompió dos patas.
Uno de los apartados más curiosos es el dedicado a la muerte de los animales, en el que se explica cómo matrimonios separados, junto a sus nuevas parejas, se abrazan llorando para contemplar la eutanasia en la consulta del animal enfermo con el que una vez compartieron casa.
Escalofríos provocan también algunas historias del "sexto sentido" de los animales, como la de un amigo veterinario, cuyo gato era al parecer capaz de detectar la presencia del fantasma de la abuela que vagaba por la casa y que le erizaba el pelo del lomo, o de aquella otra gata que acaba de parir y que, al intuir que iba a morir esa misma noche, metió a sus dos crías en el interior de la casa de la familia que le daba de comer. EFE
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"Doctor, mi perro se ha comido un tanga. ¿Me lo puede devolver?" :: Comentarios
Re: "Doctor, mi perro se ha comido un tanga. ¿Me lo puede devolver?"
"Una vez le saqué a un animal un tanga del intestino. Lo más curioso es que la dueña me lo reclamó. Lo tuve que lavar un poco y se lo di. No dije ni pregunté nada", explica Adán.
¿Escalofríos por qué?Escalofríos provocan también algunas historias del "sexto sentido" de los animales, como la de un amigo veterinario, cuyo gato era al parecer capaz de detectar la presencia del fantasma de la abuela que vagaba por la casa y que le erizaba el pelo del lomo, o de aquella otra gata que acaba de parir y que, al intuir que iba a morir esa misma noche, metió a sus dos crías en el interior de la casa de la familia que le daba de comer.
"Una vez le saqué a un animal un tanga del intestino. Lo más curioso es que la dueña me lo reclamó. Lo tuve que lavar un poco y se lo di. No dije ni pregunté nada", explica Adán.
¿Lo seguirá usando?
Ay, como está la peña.
Tras varios libros de anécdotas médicas, es un buen complemento.
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