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Doctor, me da miedo...
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21092009
Doctor, me da miedo...
JAVIER PÉREZ | MADRID Publicado Lunes, 21-09-09 a las 18:40
Palabras como aracnofobia (miedo a las arañas), agorafobia (miedo a las multitudes o a lugares abiertos) o claustrofobia (miedo a los lugares cerrados) son muy populares, sin embargo, la mayoría de fobias son bastante desconocidas. De hecho, se puede adquirir fobia a cualquier cosa, por lo que su número es potencialmente infinito.
Basta con que una medusa se cruce en el camino de un niño que está dándose su primer baño en el Mediterráneo para que sufra talasofobia: miedo al mar. Desde ese momento, el agua del mar queda asociada a fuego con el dolor que la picadura de la medusa causó, de tal manera que, para esa persona, la simple visión del mar puede desencadenar un terremoto de ansiedad en su interior.
Teniendo en cuenta que puede existir una cantidad infinita de fobias, hay miedos para todos los gustos. Un macrofóbico no podría ir a comprar unas entradas para ver a Bruce Springsteen porque experimentaría ansiedad ante la larga cola que tendría que soportar; un antofóbico nunca visitará un jardín botánico porque su pánico a las flores se lo impediría; jamás encontraremos a un musicofóbico en una tienda de discos o a un telefonofóbico hojeando un catálogo de móviles; Platón puede resultar terrorífico para quienes padecen filosofobia y un arcoiris desencadenaría un gran malestar en un cromofóbico, alguien que sufre un miedo excesivo por los colores.
Las fobias son tan extrañas que se puede desarrollar miedo a cosas tan placenteras como el sexo (erotofobia), la libertad (eleuterofobia) o el propio placer (hedonofobia). Las supersticiones también tienen un hueco entre las fobias, de tal manera que un tredecáfobo sentirá pavor ante el número trece, y un xantofóbico experimenta tal miedo por el color amarillo que no se atreverá ni a pronunciar ese color.
Sin embargo, y a pesar de las listas que circulan por la red, tal y como advierte Vanesa Fernández, Doctora en Psicología y responsable del Área de Emociones y Salud de la Clínica Bárbara Tovar, muchas de esas supuestas fobias pueden ser inventadas por cualquier persona: es tan fácil como unir la raíz «parteno» («virgen» en griego) con «fobia» para catalogar la partenofobia como miedo a las muchachas vírgenes o púberes. El caso más extraño con el que esta psicóloga se ha encontrado es el de una persona que sufría miedo a algo tan español y delicioso como el jamón. El detonante de esta fobia fue un atragantamiento, lo que, posteriormente, le llevó a generalizar la fobia por todo alimento susceptible de quedarse enredado en la garganta.
La diferencia entre un simple miedo (como pueden ser la timidez o el miedo a las alturas) y una fobia (clasificada como un trastorno de ansiedad) es que ésta implica unas grandes dosis de ansiedad ante una situación o estímulo concretos que pueden causar en la persona problemas sociales o laborales y afectar a su calidad de vida.
Si bien hay que diferenciar entre distintos tipos de fobia (la xenofobia se fundamenta en prejuicios, por ejemplo, y la fotofobia es hipersensibilidad física a la luz) la mayor parte de ellas tienen un origen psicológico.
Y en este sentido, el desarrollo de una fobia puede llegar por dos vías: la mayoría de ellas surgen de un trauma como el que sufrió el niño del primer párrafo («condicionamiento clásico»), pero otras surgen por el testimonio o la observación de una situación traumática sufrida por otra persona («aprendizaje vicario»). Una tercera vía, como el miedo a las serpientes o a volar en avión (donde la persona abandona su medio natural, la tierra firme), podría tener un origen evolutivo, según algunos teóricos, al tratarse de un miedo casi instintivo.
Aunque, según Fernández, «lo realmente importante en la terapia no es tanto qué causó la fobia como por qué se mantiene». Conservar el miedo a relacionarse con los demás, por ejemplo, puede tener como contrapartida para la persona el ahorrarse los problemas y responsabilidades que toda relación social conlleva.
Es muy difícil establecer porcentajes, pero lo cierto es que las mujeres son más propensas a sufrir problemas de fobias. En contraste, la fobia social (miedo a las relaciones con los demás y a determinadas situaciones sociales) presenta más casos entre los hombres. En este sentido, la doctora subraya que es importante distinguir entre «población clínica» y «población general». Si bien entre la población general siguen siendo las mujeres quienes más padecen este tipo de fobia, es mayor el número de hombres que acude a recibir tratamiento clínico. Ello se debe, según Fernández, a que «al hombre se le exige más socialmente y su fobia se hace más patente, de tal manera que se ve forzado a acudir a terapia», mientras que en el caso de la mujer, con un papel tradicional más sumiso y pasivo, el problema puede pasar más desapercibido.
El tratamiento para superar estos miedos sobrealimentados consiste en la combinación de varias terapias. «Si únicamente se expone a la persona a aquello que le provoca miedo, éste podría verse agravado», afirma Fernández. Un tratamiento adecuado debe combinar la exposición a aquello que causa la fobia (coger tarántulas con las manos, por ejemplo, o montar en avión) con «técnicas que permitan al paciente controlar sus pensamientos de ansiedad».
También aquí las nuevas tecnologías tienen su sitio, a través de la creación de simuladores virtuales en los que se expone al paciente a las situaciones o elementos causantes de la fobia para, posteriormente, continuar el tratamiento en situaciones reales. Todo sea por perder el miedo al sexo, al mar o al jamón.
http://www.abc.es/20090921/sociedad-salud/fobias-200909211803.html
Palabras como aracnofobia (miedo a las arañas), agorafobia (miedo a las multitudes o a lugares abiertos) o claustrofobia (miedo a los lugares cerrados) son muy populares, sin embargo, la mayoría de fobias son bastante desconocidas. De hecho, se puede adquirir fobia a cualquier cosa, por lo que su número es potencialmente infinito.
Basta con que una medusa se cruce en el camino de un niño que está dándose su primer baño en el Mediterráneo para que sufra talasofobia: miedo al mar. Desde ese momento, el agua del mar queda asociada a fuego con el dolor que la picadura de la medusa causó, de tal manera que, para esa persona, la simple visión del mar puede desencadenar un terremoto de ansiedad en su interior.
Teniendo en cuenta que puede existir una cantidad infinita de fobias, hay miedos para todos los gustos. Un macrofóbico no podría ir a comprar unas entradas para ver a Bruce Springsteen porque experimentaría ansiedad ante la larga cola que tendría que soportar; un antofóbico nunca visitará un jardín botánico porque su pánico a las flores se lo impediría; jamás encontraremos a un musicofóbico en una tienda de discos o a un telefonofóbico hojeando un catálogo de móviles; Platón puede resultar terrorífico para quienes padecen filosofobia y un arcoiris desencadenaría un gran malestar en un cromofóbico, alguien que sufre un miedo excesivo por los colores.
Las fobias son tan extrañas que se puede desarrollar miedo a cosas tan placenteras como el sexo (erotofobia), la libertad (eleuterofobia) o el propio placer (hedonofobia). Las supersticiones también tienen un hueco entre las fobias, de tal manera que un tredecáfobo sentirá pavor ante el número trece, y un xantofóbico experimenta tal miedo por el color amarillo que no se atreverá ni a pronunciar ese color.
Sin embargo, y a pesar de las listas que circulan por la red, tal y como advierte Vanesa Fernández, Doctora en Psicología y responsable del Área de Emociones y Salud de la Clínica Bárbara Tovar, muchas de esas supuestas fobias pueden ser inventadas por cualquier persona: es tan fácil como unir la raíz «parteno» («virgen» en griego) con «fobia» para catalogar la partenofobia como miedo a las muchachas vírgenes o púberes. El caso más extraño con el que esta psicóloga se ha encontrado es el de una persona que sufría miedo a algo tan español y delicioso como el jamón. El detonante de esta fobia fue un atragantamiento, lo que, posteriormente, le llevó a generalizar la fobia por todo alimento susceptible de quedarse enredado en la garganta.
La diferencia entre un simple miedo (como pueden ser la timidez o el miedo a las alturas) y una fobia (clasificada como un trastorno de ansiedad) es que ésta implica unas grandes dosis de ansiedad ante una situación o estímulo concretos que pueden causar en la persona problemas sociales o laborales y afectar a su calidad de vida.
Si bien hay que diferenciar entre distintos tipos de fobia (la xenofobia se fundamenta en prejuicios, por ejemplo, y la fotofobia es hipersensibilidad física a la luz) la mayor parte de ellas tienen un origen psicológico.
Y en este sentido, el desarrollo de una fobia puede llegar por dos vías: la mayoría de ellas surgen de un trauma como el que sufrió el niño del primer párrafo («condicionamiento clásico»), pero otras surgen por el testimonio o la observación de una situación traumática sufrida por otra persona («aprendizaje vicario»). Una tercera vía, como el miedo a las serpientes o a volar en avión (donde la persona abandona su medio natural, la tierra firme), podría tener un origen evolutivo, según algunos teóricos, al tratarse de un miedo casi instintivo.
Aunque, según Fernández, «lo realmente importante en la terapia no es tanto qué causó la fobia como por qué se mantiene». Conservar el miedo a relacionarse con los demás, por ejemplo, puede tener como contrapartida para la persona el ahorrarse los problemas y responsabilidades que toda relación social conlleva.
Es muy difícil establecer porcentajes, pero lo cierto es que las mujeres son más propensas a sufrir problemas de fobias. En contraste, la fobia social (miedo a las relaciones con los demás y a determinadas situaciones sociales) presenta más casos entre los hombres. En este sentido, la doctora subraya que es importante distinguir entre «población clínica» y «población general». Si bien entre la población general siguen siendo las mujeres quienes más padecen este tipo de fobia, es mayor el número de hombres que acude a recibir tratamiento clínico. Ello se debe, según Fernández, a que «al hombre se le exige más socialmente y su fobia se hace más patente, de tal manera que se ve forzado a acudir a terapia», mientras que en el caso de la mujer, con un papel tradicional más sumiso y pasivo, el problema puede pasar más desapercibido.
El tratamiento para superar estos miedos sobrealimentados consiste en la combinación de varias terapias. «Si únicamente se expone a la persona a aquello que le provoca miedo, éste podría verse agravado», afirma Fernández. Un tratamiento adecuado debe combinar la exposición a aquello que causa la fobia (coger tarántulas con las manos, por ejemplo, o montar en avión) con «técnicas que permitan al paciente controlar sus pensamientos de ansiedad».
También aquí las nuevas tecnologías tienen su sitio, a través de la creación de simuladores virtuales en los que se expone al paciente a las situaciones o elementos causantes de la fobia para, posteriormente, continuar el tratamiento en situaciones reales. Todo sea por perder el miedo al sexo, al mar o al jamón.
http://www.abc.es/20090921/sociedad-salud/fobias-200909211803.html
Invitado- Invitado
Doctor, me da miedo... :: Comentarios
Re: Doctor, me da miedo...
Curioso mundo este el de las fobias... tienes un problema para relacionarte con los demás, evitas ir a determinados sitios y un día descubres "que tienes una fobia" y que además tiene nombre y se llama "fobia social".
Esto es fundamental sino sería tan fácil, y tan barato, volver a la "normalidad".Lisa escribió:
El tratamiento para superar estos miedos sobrealimentados consiste en la combinación de varias terapias. «Si únicamente se expone a la persona a aquello que le provoca miedo, éste podría verse agravado», afirma Fernández. Un tratamiento adecuado debe combinar la exposición a aquello que causa la fobia (coger tarántulas con las manos, por ejemplo, o montar en avión) con «técnicas que permitan al paciente controlar sus pensamientos de ansiedad».
Buen artículo, Lisa. Yo tengo verdadero terror a las alturas, pero no miedo a volar; me asusta el vacío y los espacios abiertos.
Sleep, estoy totalmente de acuerdo con lo que has puntualizado.
Sleep, estoy totalmente de acuerdo con lo que has puntualizado.
Conservar el miedo a relacionarse con los demás, por ejemplo, puede tener como contrapartida para la persona el ahorrarse los problemas y responsabilidades que toda relación social conlleva.
Se sublima tanto esto de las relaciones sociales, que en contrapartida vas y chocas con ellas , sobre todo si eres tímido por naturaleza. Que no todo el mundo está capacitado para las mismas cosas oye!.Lo peor es en la adolescencia, si te mantienes en tu caparazón cada vez te resulta más dificil salir de él. La de veces que me costó a mi sentir que hacia el ridículo cuando hablaba con mis compañer@s de clase. Yo era la más callada, nunca intervenia en las conversaciones y los chistes y bromas no sabia por donde cogerlos, Hacia el ademán de reirme y sabia que se me notaba que mi risa no era sincera . Bastante agobiante todo, la verdad. Por eso comprendo perfectamente por la situación que estais pasando.
Pero me enfrentaba a las situaciones , claro que ahora los niños-jóvenes los veo yo bastante más crueles que antes. Aún hoy paso por situaciones en las que me siento un poco mal,cosa a la que ya no le doy la importancia que le daba antes y dejo de pensar en ello para que no se me haga una bola .
En cuanto a las demás fobias, mi madre soñó una vez que estaba enterrada viva, desde entonces no puede ver puertas cerradas
Pero me enfrentaba a las situaciones , claro que ahora los niños-jóvenes los veo yo bastante más crueles que antes. Aún hoy paso por situaciones en las que me siento un poco mal,cosa a la que ya no le doy la importancia que le daba antes y dejo de pensar en ello para que no se me haga una bola .
En cuanto a las demás fobias, mi madre soñó una vez que estaba enterrada viva, desde entonces no puede ver puertas cerradas
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