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«Ser tartamudo me hizo pensar en el suicidio a los 8 años»
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13032010
«Ser tartamudo me hizo pensar en el suicidio a los 8 años»
Luis Miguel Mourareu: «Ser tartamudo me hizo pensar en el suicidio a los 8 años»
EMILIO PÉREZ DE ROZAS - 13/3/2010
Ese es el título de la obra que, de la mano de la Fundación de la Tartamudez (TTM), presidida por Adolfo Sánchez, representaron, en Granollers, un grupo de tartamudos y fluidos (sin problemas de dicción) con enorme éxito. El proyecto, de Abel Robledo y Gonzalo Redondo, contó no solo con este ingeniero químico (Cortes de la Frontera, Málaga, 1967), sino con un grupo de tartamudos que se atrevieron a defender a un colectivo que reclama solidaridad y comprensión.
–Para que se haga cargo del tipo de entrevista: nadie nace tartamudo, por lo tanto todos ustedes son fruto de alguna ofensa, de algún desprecio, de algún trauma, de algo que provocó un clic en su cabeza que los convirtió en tartamudos.
–En España somos unos 80.000 tartamudos y en el mundo hay unos 80 millones. Y, sí, la tartamudez te sobreviene entre los 2 y 5 años fruto, en efecto, de una autodefensa de tu organismo contra algo, posiblemente psicológico, que te afecta. Es una reacción de autodefensa.
–Y, a partir de ahí, empieza un auténtico martirio, un vía crucis.
–Tenemos una marginación laboral del 80%. Hasta hace dos años no podíamos ser funcionarios. Titulados universitarios son apeados en su primera entrevista de trabajo por el mero hecho de ser tartamudos. El mundo, la sociedad, la gente que nos rodea y con la que tenemos que convivir están en contra nuestra. No me extraña que miles y miles de tartamudos se hayan suicidado.
–¿Suicidado? ¿De qué me habla?
–Yo mismo a los 8 años pensé en suicidarme un montón de veces. Era el hazmerreír de mis compañeros en el cole, me tiraban piedras en los recreos y, al acabar las clases, salía corriendo –¡corriendo!– hacia casa.
–¿Qué le decían los profesores?
–Que me aguantase. Eran otros tiempos, puede que ahora hayamos mejorado. Como ocurre en la tele, donde han dejado de salir cómicos que se burlan de nosotros. Pero, créame, no hay nada más cruel que un niño cuando quiere ser cruel. Lo digo por experiencia. Sufrimos una vida de intensa incomprensión. Yo estuve a punto de suicidarme, sí, algo que, pasados varios años, hizo uno de mis mejores amigos pegándose un tiro en la sien. Hay niños que llegan, incluso, a automutilarse la lengua.
–¿Por qué dice que la vida está montada contra los tartamudos?
–Esta sociedad vive pendiente de dos de las tres cosas que más daño nos pueden hacer a los tartamudos: el habla y las prisas. Todo, todo, se hace hablando. Y todo, todo, se tiene que hacer deprisa. «Dímelo rápido», te dicen a menudo. ¡Oiga, que soy tartamudo! Es tremendo, porque la gente, cuando va acompañada de un cojo, no corre, camina a su ritmo. Y, sin embargo, cuando está con un tartamudo le pide rapidez, velocidad, quiere acabar cuanto antes. ¿Sabe qué es lo que más daño nos hace?
–No sé, la mofa, la burla, tal vez .
–Lo que más nos duele es que alguien acabe la frase por nosotros.
–Perdón, pero supongo que eso la gente lo hace sin querer, no creo que nadie haga eso expresamente.
–Puede, sí, puede que, socialmente, se trate de la ofensa más benevolente, pero, psicológicamente, es lo que más daño nos hace. Y mucho.
–Insisto, no pueden ver en ese gesto mala intención, porque no la hay.
–Vale, yo no se lo veo, pero es otra demostración de las prisas con las que vivimos. Muchas veces los fluidos, al ver que nos cuesta acabar la frase, la acaban ellos. ¿Por qué? ¿Porque tienen prisa? ¿Porque se ponen nerviosos? ¿Porque creen que los que estamos nerviosos somos nosotros? No, peor, creen que así nos hacen un favor. Y es al revés, al acabarnos la frase lo que consiguen es desanimarnos, reforzar nuestra incapacidad.
–Usted trabaja en el aeropuerto en multitud de cosas, pero usted es ingeniero químico. ¿Lo pasó tan mal en la universidad como en el cole?
–En la universidad ya era fuerte. Piense que yo cuando tenía 8 años tardaba 45 minutos en leer tres líneas de texto. ¡45 minutos! Cuando acababa el ejercicio me tenía que ir a la cama a descansar, estaba muerto del esfuerzo que había realizado.
–Además, en la facultad todos los exámenes eran por escrito, ¿no?
–Jamás, en cinco años de carrera, consulté a ningún profesor por miedo a que se burlasen de mí. Conté con la ayuda de buenos y comprensivos compañeros, pero el día que tuve que exponer mi proyecto, sobre las resinas epoxy – el Araldit, vamos–, estuve dos noches sin dormir. Y me dieron un notable alto. ¡Estoy tan orgulloso de aquello, tanto!
–¿Qué les empujó a hacer la obra de teatro Vidas melódicas?
–Reclamar el derecho a tartamudear. Insisto, usted no obliga a correr a un cojo, pues no me obligue a mí a hablar deprisa. ¡Soy tartamudo! Déjeme ser tartamudo. Con esta obra, que ojalá podamos representar en más sitios, lo único que pretendemos es cambiar el chip de la sociedad. Queremos mostrar que la tartamudez no es un tema del que se pueda hacer mofa. Es un asunto que requiere de una gran sensibilidad por parte de la sociedad, que debería saber que detrás de cada tartamudo hay un drama de niñez, de escuela, de amor, de vida social, de relaciones personales.
Fuente
EMILIO PÉREZ DE ROZAS - 13/3/2010
Ese es el título de la obra que, de la mano de la Fundación de la Tartamudez (TTM), presidida por Adolfo Sánchez, representaron, en Granollers, un grupo de tartamudos y fluidos (sin problemas de dicción) con enorme éxito. El proyecto, de Abel Robledo y Gonzalo Redondo, contó no solo con este ingeniero químico (Cortes de la Frontera, Málaga, 1967), sino con un grupo de tartamudos que se atrevieron a defender a un colectivo que reclama solidaridad y comprensión.
–Para que se haga cargo del tipo de entrevista: nadie nace tartamudo, por lo tanto todos ustedes son fruto de alguna ofensa, de algún desprecio, de algún trauma, de algo que provocó un clic en su cabeza que los convirtió en tartamudos.
–En España somos unos 80.000 tartamudos y en el mundo hay unos 80 millones. Y, sí, la tartamudez te sobreviene entre los 2 y 5 años fruto, en efecto, de una autodefensa de tu organismo contra algo, posiblemente psicológico, que te afecta. Es una reacción de autodefensa.
–Y, a partir de ahí, empieza un auténtico martirio, un vía crucis.
–Tenemos una marginación laboral del 80%. Hasta hace dos años no podíamos ser funcionarios. Titulados universitarios son apeados en su primera entrevista de trabajo por el mero hecho de ser tartamudos. El mundo, la sociedad, la gente que nos rodea y con la que tenemos que convivir están en contra nuestra. No me extraña que miles y miles de tartamudos se hayan suicidado.
–¿Suicidado? ¿De qué me habla?
–Yo mismo a los 8 años pensé en suicidarme un montón de veces. Era el hazmerreír de mis compañeros en el cole, me tiraban piedras en los recreos y, al acabar las clases, salía corriendo –¡corriendo!– hacia casa.
–¿Qué le decían los profesores?
–Que me aguantase. Eran otros tiempos, puede que ahora hayamos mejorado. Como ocurre en la tele, donde han dejado de salir cómicos que se burlan de nosotros. Pero, créame, no hay nada más cruel que un niño cuando quiere ser cruel. Lo digo por experiencia. Sufrimos una vida de intensa incomprensión. Yo estuve a punto de suicidarme, sí, algo que, pasados varios años, hizo uno de mis mejores amigos pegándose un tiro en la sien. Hay niños que llegan, incluso, a automutilarse la lengua.
–¿Por qué dice que la vida está montada contra los tartamudos?
–Esta sociedad vive pendiente de dos de las tres cosas que más daño nos pueden hacer a los tartamudos: el habla y las prisas. Todo, todo, se hace hablando. Y todo, todo, se tiene que hacer deprisa. «Dímelo rápido», te dicen a menudo. ¡Oiga, que soy tartamudo! Es tremendo, porque la gente, cuando va acompañada de un cojo, no corre, camina a su ritmo. Y, sin embargo, cuando está con un tartamudo le pide rapidez, velocidad, quiere acabar cuanto antes. ¿Sabe qué es lo que más daño nos hace?
–No sé, la mofa, la burla, tal vez .
–Lo que más nos duele es que alguien acabe la frase por nosotros.
–Perdón, pero supongo que eso la gente lo hace sin querer, no creo que nadie haga eso expresamente.
–Puede, sí, puede que, socialmente, se trate de la ofensa más benevolente, pero, psicológicamente, es lo que más daño nos hace. Y mucho.
–Insisto, no pueden ver en ese gesto mala intención, porque no la hay.
–Vale, yo no se lo veo, pero es otra demostración de las prisas con las que vivimos. Muchas veces los fluidos, al ver que nos cuesta acabar la frase, la acaban ellos. ¿Por qué? ¿Porque tienen prisa? ¿Porque se ponen nerviosos? ¿Porque creen que los que estamos nerviosos somos nosotros? No, peor, creen que así nos hacen un favor. Y es al revés, al acabarnos la frase lo que consiguen es desanimarnos, reforzar nuestra incapacidad.
–Usted trabaja en el aeropuerto en multitud de cosas, pero usted es ingeniero químico. ¿Lo pasó tan mal en la universidad como en el cole?
–En la universidad ya era fuerte. Piense que yo cuando tenía 8 años tardaba 45 minutos en leer tres líneas de texto. ¡45 minutos! Cuando acababa el ejercicio me tenía que ir a la cama a descansar, estaba muerto del esfuerzo que había realizado.
–Además, en la facultad todos los exámenes eran por escrito, ¿no?
–Jamás, en cinco años de carrera, consulté a ningún profesor por miedo a que se burlasen de mí. Conté con la ayuda de buenos y comprensivos compañeros, pero el día que tuve que exponer mi proyecto, sobre las resinas epoxy – el Araldit, vamos–, estuve dos noches sin dormir. Y me dieron un notable alto. ¡Estoy tan orgulloso de aquello, tanto!
–¿Qué les empujó a hacer la obra de teatro Vidas melódicas?
–Reclamar el derecho a tartamudear. Insisto, usted no obliga a correr a un cojo, pues no me obligue a mí a hablar deprisa. ¡Soy tartamudo! Déjeme ser tartamudo. Con esta obra, que ojalá podamos representar en más sitios, lo único que pretendemos es cambiar el chip de la sociedad. Queremos mostrar que la tartamudez no es un tema del que se pueda hacer mofa. Es un asunto que requiere de una gran sensibilidad por parte de la sociedad, que debería saber que detrás de cada tartamudo hay un drama de niñez, de escuela, de amor, de vida social, de relaciones personales.
Fuente
Arya Stark- Admin
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«Ser tartamudo me hizo pensar en el suicidio a los 8 años» :: Comentarios
Re: «Ser tartamudo me hizo pensar en el suicidio a los 8 años»
No lo decía porque sea insensible o frívola, sino porque no me había parado a pensar en que un problema como la tartamudez fuera tan terrible como para que un niño de ocho años piense en suicidarse.
Ya sé que el habla, o más en general cómo nos expresamos es nuestra carta de presentación en la sociedad. Yo no tengo ningún problema del habla, pero soy excesivamente callada y eso me ha hecho sentirme bastante mal en muchas ocasiones.
Ya sé que el habla, o más en general cómo nos expresamos es nuestra carta de presentación en la sociedad. Yo no tengo ningún problema del habla, pero soy excesivamente callada y eso me ha hecho sentirme bastante mal en muchas ocasiones.
blue ice escribió:Es muy cruel reírse de alguien por la razón que sea.
Sí, es muy cruel... en los colegios e institutos tendrían que ser más duros con estos temas. En mi clase de EGB había un tartamudo y algunos niños se reían de él y bueno, en general se reían de cualquier niño que tuviera algún defecto, y jamás vi a ningún profesor decir nada al respecto... habían un par de profesoras que en vez de reñir cogían y se reían, una de ellas era psicóloga, creo que por eso les tengo tanta manía a los psicólogos.
Al igual que otros usuarios me vi obligado a vivir el tema un poco “desde fuera”, la historia rondo en torno a mi hermano menor quien era víctima constante de atropellos y maltratos… muchos profesores no hacían nada, unos pocos recriminaban y castigaban pero nadie EDUCABA realmente. Aunque me hubiese gustado yo no podía estar con el todo el día. Y fui un testigo silencioso de su sufrimiento, pues tras tratar y tratar su problemas solo se iba por periodos cortos de tiempo.
Por años dejamos de buscar soluciones pero desde hace un tiempo navegando en la red, en un foro blog encontré un enlace a la sección de educación de una página web llamada Esthalon.
Me despido y si alguien accede cuénteme que tal les va por favor.
Por años dejamos de buscar soluciones pero desde hace un tiempo navegando en la red, en un foro blog encontré un enlace a la sección de educación de una página web llamada Esthalon.
Me despido y si alguien accede cuénteme que tal les va por favor.
Yo no soy tartamuda, pero la dislexia me hace construir mal las frases y hablar raro....juntar tres palabras en una, decir frases sin ningun orden....y empeora con los nervios. Maxime cuanndo encima escribes de la misma forma y te llaman de cateta para arriba....No es lo mismo, pero si creo entenderlo.
Pues escribir escribes bien. Supongo que es porque tienes más tiempo para pensar y no es "en vivo y en directo" como cuando hablas.
Cometo muchas faltas de ortografia y tengo que repasarlo para corregir.....
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